Estado Protector y Solidario


Ley a reformar: Ley de fondos de Inversión


Propuesta desarrollada

En un mundo donde el capitalismo a menudo relega a las personas a un segundo plano, es esencial que el Estado actúe no sólo como un regulador, sino también como un participante activo en la economía. No hablamos de un Estado que controle todo, sino de uno que actúe en beneficio del bienestar colectivo, que vele por los intereses de la mayoría y no solo de unos pocos.

Propongo un Estado que, en lugar de ser un mero observador, se convierta en un actor económico, invirtiendo en sectores estratégicos y colaborando con el sector privado. Esta colaboración no se basa en la simple recaudación de impuestos, sino en la creación de alianzas donde el Estado pueda ser accionista en empresas que sean vitales para el desarrollo nacional. De esta manera, los beneficios generados por estas empresas no solo irán a manos privadas, sino que serán reinvertidos en la sociedad, en programas sociales, en educación, en salud.

Esta propuesta no busca desplazar al sector privado, sino trabajar mano a mano con él. Juntos, Estado y sector privado, pueden lograr un desarrollo sostenible y equitativo, donde la riqueza generada beneficie a todos y no solo a unos pocos.

Es esencial que el Estado tenga una presencia activa en la economía, no para controlarla, sino para garantizar que funcione en beneficio de todos. En un mundo donde la desigualdad sigue creciendo, es responsabilidad del Estado actuar y asegurar que la economía sirva a la gente y no al revés.

¿Por qué no imaginar un país donde las ganancias de estas inversiones se reinviertan en el bienestar de la sociedad? Donde el Estado, al ser accionista, pueda influir en decisiones empresariales que beneficien al medio ambiente, a los trabajadores y a la comunidad en general. Un país donde el capital del Estado no solo se use para construir carreteras o escuelas, sino también para construir un tejido empresarial más justo, más humano, más solidario.

No se trata de reemplazar la recaudación tradicional, sino de complementarla. De diversificar las fuentes de ingresos del Estado para garantizar una mayor estabilidad económica. De aprovechar las oportunidades que ofrece el mercado para generar riqueza que beneficie a todos, no solo a unos pocos.

En tiempos de Pepe Mujica, Uruguay demostró que es posible construir un país más justo, más humano, más solidario. Sigamos ese ejemplo y construyamos juntos un país donde el Estado y el sector privado sean verdaderos aliados en la construcción de un futuro mejor para todos.

Porque, como decía Mujica, "la riqueza no está en las cosas, sino en el alma de la gente". Y es hora de que el Estado invierta en esa riqueza, en el alma de su gente, en su futuro.